Voy a llamar a un taxi para irme a casa.
Me da un vuelco el corazón.
—¿Y qué pasa conmigo?
Ahora sí, sus ojos se encuentran con los míos. Parece tan furiosa que seguro que está conteniéndose para no darme un puñetazo.
—¡Me importa una mierda lo que pase contigo! Nunca debería haber accedido a venir. ¡He desperdiciado tres horas de mi vida y ahora estoy atrapada en medio de ninguna parte y, para colmo, no tengo coche! —Se pasa las manos por la cara, irritada, y toma aire para tranquilizarse. No deja de temblar—. Tú… no lo entiendes. Necesito mi coche. Tengo que ir y volver de Mánchester todos los días y yo… Tú… Solo déjame en paz, ¿quieres?