Silvia Molina

porque tonta no era, sino torpe para leer y escribir, sobre todo cuando alguien me presionaba o me estaba observando.

Mi mamá era frágil como una mariposa monarca, sonriente como un bebé, dulce como el pastel de manzana y trabajadora como una hormiguita.

icen que un día se puso enfermo, que una tarde empeoró, y que una noche se fue. Todo rápido, como una centella o como las luces de Bengala que acaban su resplandor en un instante.

Al principio, mi mamá estaba asustada, como un pollito sin su mamá, triste como la música de un chelo, desesperada como una leona atrapada en una jaula, y sumida en el dolor como una esposa que ha perdido a su esposo, y sus hijos la veíamos desolada como una niña perdida en un bosque, sin poder ayudarle.

No creas que resolver el problema fue sencillo, tuve que pensar mucho hasta que lo entendí. Ya después, sólo hice las operaciones. En eso me ayudó Mario con la calculadora. Te juro que hasta nos divertimos. Mientras hacíamos números y fórmulas, nuestros compañeros nos echaban porras y toda la cosa

Si tu papá o tu mamá han leído un libro y tú lo lees después, hay cosas que pueden discutir, ¿no crees? Y te preguntarán algo más que “¿Cómo te fue en la escuela?”,

Estrella brillante,

la primera que veo,

concédeme esta noche

lo que más deseo.

Como seguía llorando, me dieron ganas de llorar con ella, pero mejor le di la mano.

Cuando jugaba a la escuelita no regañaba a las niñas que no aprendían a leer y escribir, porque sabía que se fijaban, aunque no pudieran hacer lo mismo que las demás.

Yo repetía por las noches como una oración: “Quiero ser la que seré lo más pronto posible”.