Lo doméstico comienza a asumir una importancia cada vez mayor por tres tipos de motivos: la presión de los movimientos evangélicos, para los cuales la casa se convierte en un microcosmos, núcleo de una sociedad ideal opuesta al mundo externo; los progresos tecnológicos y sanitarios, con la consecuente disminución de la mortalidad infantil y la mayor presencia de jóvenes en la familia; la separación, finalmente, de la familia y de la casa de las actividades profesionales u ocupacionales de las nuevas generaciones.