Stefano Mayorca

Percibir e interpretar el aura implica comprender, en la medida de lo posible, las emociones humanas: captar si una persona adolece de mala salud, si está deprimida, hostil, es sincera, etc.

aura quiere decir también penetrar en el ánimo de una persona próxima y sintonizar con las vibraciones de su naturaleza más íntima y auténtica.

el sugerente nombre de aura. El término, que proviene del griego (αὔρα), ha conservado en nuestra lengua el significado original de brisa, soplo de viento, perfume;

Acaso fue esta concepción la que inspiró al médico y curandero francés Franz Anton Mesmer (1734-1815),

campo etérico
Todos los objetos de la creación (plantas, animales, rocas, vegetación, lagos y ríos) están impregnados de una energía que tiene la propiedad de proyectarse tanto en la materia como en el vacío cósmico.

También el ser humano está empapado de la energía cósmica y, como los demás elementos de la creación, se encuentra inmerso en el flujo energético vital. Aun así, hay que decir que no sólo el cuerpo humano recibe esta energía cósmica, sino que a su vez se convierte él mismo en fuente de energía radiante: su fluido vital se manifiesta como un halo luminoso fluorescente, de un color azul pálido o verde-azul, cuya intensidad depende de los estados de ánimo y de las sensaciones que en ese momento concreto atraviesan su espíritu.

Sucede que cuando dos personas se aproximan, cada una de ellas percibe una especie de hormigueo o, mejor dicho, una descarga vibratoria. Esto es así porque la energía radiante (o energía etérica) que emite el cuerpo registra fielmente todo lo que ocurre

alrededor de su núcleo, y el cuerpo de la otra persona percibe su energía, aun antes de entrar en contacto con él.

El cuerpo etérico humano

Podemos afirmar que la envoltura energética que circunda el cuerpo físico tiene un grosor aproximado de un milímetro; sólo en casos excepcionales alcanza, en algunas personas, hasta doce centímetros, y puede dar la medida de la vitalidad de esas personas. Su intensidad también es variable, tanto en el decurso del día como en función de nuestro estado de ánimo.

Paracelso (1493-1541), médico y alquimista suizo: «Todo ser humano tiene sus propias tendencias. Estas tendencias pertenecen a su espíritu e indican el estado en que existía antes de nacer... Destruido este cuerpo, se crea otro con propiedades parecidas o superiores».