Daniela Armijo

  • Sol Mejiaje citiralaпре 2 године
    Siempre hay un amuleto que marca el paso de la vida a la muerte
  • Sol Mejiaje citiralaпре 2 године
    Ese amuleto es como una puerta que se abre para dejar pasar al muerto. Los vivos tenemos que cerrarla para que nuestra alma no se escape por ahí.
  • Sol Mejiaje citiralaпре 2 године
    Quizá ahí, en el mar, sea un buen momento para deshacerse de él, verlo hundirse, enterrarlo en la arena, hacer algo para sanar
  • Sol Mejiaje citiralaпре 2 године
    Sospecho que no necesita saber nada de mí porque ya lo sabe todo
  • Sol Mejiaje citiralaпре 2 године
    Sucede por esos días algo que hace hablar a todo el pueblo: la pequeña hija de unos pescadores muere ahogada en el mar. La niña de tres años jugaba sola en la orilla y, por perseguir a una tortuga que pasa nadando a su lado, se encuentra de pronto mar adentro. Su padre logra sacarla del agua, sin vida.

    :c

  • Sol Mejiaje citiralaпре 2 године
    Los padres, dos gárgolas rotas y deslavadas, de pie junto al ataúd diminuto, reciben la sucesión monótona de manos y brazos y bocas de donde salen frases que —bien lo sabe Alfonso— no consuelan
  • Sol Mejiaje citiralaпре 2 године
    ¿Cómo medir el tiempo cuando nuestros ritmos internos parecen responder a una dimensión alterna y turbulenta?
  • Laura Martínez :)je citiralaпрошле године
    Pero aquí en Chetumal no se resistía a la adrenalina: la hierba crecida que daba picazón en la piel, el olor a animal podrido, las botellas de cerveza que tronaban con nuestras pisadas, las piedras de diversos tamaños y formas, la caca de perro, calcificada por tanto sol.
  • Laura Martínez :)je citiralaпрошле године
    Con sus dedos afilados pellizcaba los restos de masa desperdigados en la mesa húmeda y se los llevaba a la boca, los mascaba con sus dientecillos delanteros y luego le daba besitos a su amante, le picoteaba la papada, y a él todo el vientre le vibraba como el golpe de un gong en un cuarto vacío.
  • Laura Martínez :)je citiralaпрошле године
    Se levantó de la mesa para preparar el pozol. Destapó los calderos aún tibios, el metal sudaba por el calor del interior. Enjuagó el maíz y vio desaparecer por la coladera el agua con cal, hundió las manos entre los granos de olor fresco y tomó puñados que acomodó en el moledor, dio la vuelta a la manija y vio a la masa nacer, formarse en serpenteos, cobrar vida antes de unirse con el azúcar y el cacao.
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