Otto-Raúl González

Los zapatos rojos son el corazón de los pies.

no hay nada más eficaz para destruir la seguridad de una persona que fingir que uno no se acuerda de ella. Este uso lo aprendí en carne propia, pues es común en el gremio literario del que formo parte.

oficios que no existen en ninguna otra parte: rascadores de moscas, soñadores de piedras, tañedores de sal, sumadores de muertos.

Lo importante no es decir tal o cual cosa. Ni siquiera decirla de tal o cual manera. Lo importante es saber que si no decimos tal o cual cosa de tal o cual manera nadie más podría hacerlo.

Las mujeres gordas escriben cartas de amor con florecitas en los bordes y ocupan tanto espacio en los aviones como en el corazón.

Los que se quedan no saben que al que se va lo empiezan a olvidar las cosas y los seres que dejó. Lo empieza a olvidar la silla donde se sentaba a contemplar el día, lo empieza a olvidar el autobús que tomaba para ir al trabajo, lo empieza a olvidar el cepillo de dientes de todas las mañanas, las camisas y zapatos, la cucharita.

Mujer con parabrisas incluido. Mujer con ventanas para contemplar el sol.

Una mujer que me mire con el mismo ojo con el que la miro yo.

Zaid, quien, en su ensayo «Citas y aforismos», escribe:

La minificción bajo el microscopio.