Al ser relegado a la categoría de «manualidad» o «artesanía», el bordado se salvó de la ridícula idea de originalidad que rige el canon masculino del arte occidental. Pasa lo mismo en mucha literatura escrita por mujeres, tomamos prestadas palabras de otras mujeres para que nos ayuden a expresarnos o por el puro gusto de compartirlas, repetirlas y saborearlas. Lo hacemos sin miedo, sin vergüenza, gozándolo.