Allí donde la población es equilibrada y abundante, la excesiva natalidad se convierte en un mal antes que en una bendición; donde la violencia es algo escaso y la descendencia está a salvo, hay menos necesidad (de hecho, no hay ninguna) de una familia eficiente, y la especialización de los sexos de acuerdo a las necesidades de los hijos desaparece. Estamos empezando a ver los inicios de esto mismo en nuestro propio tiempo y en aquella época futura el proceso se había completado. Esto es, y debo insistir en ello, lo que pensaba en aquellos momentos.