El cine, por el contrario, sigue teniendo sus «invisibles» tradicionales —los marginados de un arte en el que hasta para ser marginados se necesita un gran desembolso— los invisibles de Internet lo son por exceso de información u oferta —teniendo siempre presente que la censura se da de facto en ambos medios. Si tu deseo no era una pueril representación de la fama tal y como se había entendido durante el siglo XX, podías distribuir libremente aquellos productos editados por ti. La televisión siguió años y años reaccionando de manera virulenta contra Internet; pensad que era el gran enemigo del dinosaurio en extinción de sus propios contenidos y maneras de (re)presentarse: Internet, para la televisión, siempre era una fuente de peligros para el consumidor o de tonterías insustanciales entre las que el medio televisivo yuxtaponía golpetazos, caídas aparatosas, niños con sobrepesos gritando y gatitos dormilones. El miedo de la televisión con Internet surge cuando son conscientes de que podíamos elegir cómo gastar el tiempo que dedicamos a consumir imágenes sin la dirección de una cadena detrás que seleccionase el cuándo, el dónde y el qué duración de las mismas. P