Parece, Platero, mientras suena el Angelus, que esta vida nuestra pierde su fuerza cotidiana, y que otra fuerza de adentro, más altiva, más constante y más pura, hace que todo, como en surtidores de gracia, suba á las estrellas, que se encienden ya entre las rosas... Más rosas.... Tus ojos, que tú no ves, Platero, y que alzas mansamente al cielo, son dos bellas rosas