pues se mostraba muy afecto a las novelas policiacas y tenía la cabeza llena de ideas que, aunque generalmente absurdas, decía con tal entusiasmo, ponía tal empeño en explicarlas y mostraba tal veneración por el detective, que Ruppert L. Brown le había tomado cariño y muchas noches se las pasó con él discutiendo sobre crímenes famosos.