—Discúlpeme, señor mío —le dije—, pero eso no prueba nada. Las modistas, debo decirle, acostumbran a utilizar cierta triquiñuela que es de nuestra incumbencia en la experiencia diaria de nuestro oficio. Cualquier mujer casada que lo desee puede tener dos cuentas en su modista; una es la cuenta que el marido ve y paga; la otra es la cuenta particular, que incluye todos los artículos dispendiosos, y que la esposa paga a escondidas, cuando puede, a plazos. Según nuestra experiencia, esos pagos a plazos salen, en su mayor parte, del dinero para gastos domésticos. En su caso, tengo la sospecha de que no se pagó ningún plazo; la amenazaron con entablar un proceso; Mrs. Yatman, conociendo su nueva situación, se sintió acorralada, y pagó su cuenta particular con el dinero para gastos domésticos