Tengo que presentárselo sin falta.
—¡Presentármelo! —exclamó la Duquesa—, ¿no irá a decirme que está aquí?
Y se puso a buscar un pequeño abanico de carey y un chal de encaje con muchos jirones, para estar dispuesta a irse enseguida.
—Claro que está aquí; no se me ocurriría dar una fiesta sin él. Me dice que tengo una mano puramente psíquica, y que si mi pulgar hubiera sido un poquito más corto, habría sido una pesimista empedernida y habría entrado en un convento.
—¡Ah, ya veo! —dijo la Duquesa, sintiéndose muy aliviada—, dice la buenaventura, ¿no es cierto?
—Y los infortunios también —respondió Lady Windermere—, en grandes cantidades. El año que vie