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. Sé que no lo necesitas, pero yo sí.
—No, Meg. No deberíamos tener que esforzarnos tanto. Ambos merecemos una relación que no se sienta como otro trabajo.
Pero al mirarlo, no sentí ningún movimiento de atracción física, ningún calor acumulándose dentro de mí, ningún deseo de arrancarle ese costoso traje y abalanzarse sobre él. Tampoco, estaba claro, él sentía el deseo de abalanzarse sobre mí.
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