que acabamos de llegar a la segunda planta, el ascensor se ha parado y su atención se ha desviado hacia las puertas... ¡Espera! ¿Se ha parado en la segunda planta? Ay, tiene que ser ella. ¡Seguro!
—Buenas noches —recibe la señora Rodríguez a la chica del ascensor.
Ella levanta la cabeza en forma de saludo y cuando su mirada se cruza con la mía, comenta:
—Tú...
Su voz suena más simpática. Creo.
Antes de que pulse el botón de la octava planta, lo hago yo por ella. Me lo agradece con una sonrisita y, para no perder la costumbre, me da la espalda.
Como los días anteriores, también lleva una sudadera grande, el maletín y... ¿el libro? No está. Supongo que se lo acabaría para poder ver después la pel