Phillip Lopate

el memorialista haría bien en decirnos, o al menos en facilitar que deduzcamos, qué edad tenía al comienzo de la historia, dónde se produjo el episodio y en qué época, y también en aclararnos ciertos detalles de los antecedentes familiares del protagonista, su clase social, su religión y el estado de ánimo que le dominaba en aquel tiempo. Esta información crucial es precisamente lo que el aspirante a memorialista o a practicante del ensayo personal con frecuencia deja de lado, en teoría porque así logra una historia más universal (en realidad sucede lo contrario: omitir esos detalles frustra y desorienta al lector).

Hay que desafiar al alumno que aspira a escribir memorias a que ponga en juego un estilo vívido y personal en los sumarios, pasajes en realidad «reveladores», para que brillen con personalidad, brío y reflexión activa.

toda no ficción es un dar forma a los hechos con imaginación para conseguir un relato bien afinado.

«¡No puedo esperar doscientas páginas a que llegue un narrador inteligente! ¡El narrador inteligente debe estar presente desde la primera página!»

Lo importante, cuando escribimos sobre la infancia, es trasladar nuestro punto de vista psicológico de cuando éramos niños, no el limitado registro verbal que teníamos entonces.

Todos los profesores de literatura vamos hasta cierto punto en el mismo barco: intentamos que los alumnos que están a nuestro cargo despierten de su sentimental optimismo y, mediante el estudio de los grandes textos, comprendan que la realidad es un negocio más trágicamente complejo.

Kafka: «En la lucha entre el mundo y tú, tienes que ponerte de parte del mundo».

Uno de los cambios más profundos de la literatura seria en los últimos años ha sido la introducción de técnicas de la ficción y la poesía en la no ficción literaria: el famoso «Muéstramelo, no lo digas», el énfasis en el detalle sensorial concreto y el hecho de rehuir la abstracción, el uso de imaginería recurrente como motivo simbólico, el gusto por el presente de indicativo e, incluso, el recurso a narradores poco fiables.

yo no busco Grandes Ideas. Lo que quiero decir cuando digo pensar en la página es algo más caprichoso y espontáneo: cuestionar todo lo que puede transpirar dentro y fuera de sí mismos en el momento y atrapar las corazonadas, dudas y asociaciones regresivas que surcan su cerebro.

anudan sus experiencias con un bonito lazo diagnóstico: «Ahora me doy cuenta de que he iniciado una relación de codependencia con Madge…», o «Comprendí que tenía problemas con la intimidad». No, no, no, digo yo, ¡no es eso!