El japonés se reservó para géneros «menores», como los cuentos, diarios o la forma más antigua de la poesía japonesa, el waka, la forma poética típica a lo largo de diez siglos, que sobrevivió gracias a las mujeres que escribían poemas en su encierro privado y a los hombres que les respondían, también, mediante poemas. Ellas no podían ir a la universidad y estudiaron en casa, al igual que los hombres del rango más alto. En privado aprendieron el silabario japonés, kana, con el que «elevaron» tanto los géneros menores como el waka.