señor Porritt recordaba un ejemplo muy notable de esto por propia experiencia: cuando la hermana de su mujer apareció con la pequeña Cluny, tras la muerte de su marido, pobre tipo, y no podían hacer otra cosa sino acogerlas y ofrecerles un hogar. Floss y él estaban de acuerdo y lo hicieron de buena gana, y la madre de Cluny se comportó en todo momento como es debido, salvo por una cosa: siempre cogía el periódico del domingo antes de que el señor Porritt terminase de leerlo. É