Pero al venir a vivir a Francia en 2007 y cuando empecé a hablar, me corrigieron tanto que me traumó, y entonces esa lengua que era una forma privada de goce se volvió un acto de disciplina, como cuando fui al ejército israelí para probar qué se sentía, pensando que era una elección, a la primera de cambio, me mandaron a juntar piedras y llevarlas de un lado a otro, a lo Sísifo.