Y en ese instante me di cuenta, gracias a esa chica de quince años, de que probablemente nunca había conocido el amor. Que seguramente mucha gente no había conocido nunca el amor. Que en el fondo se conformaban con buenos sentimientos, que se enterraban en la comodidad de una vida vulgar y que se perdían sensaciones maravillosas, que son probablemente las únicas que justifican la existencia.