Como única nieta, temo el día en que me toque encargarme de esos actos sagrados. Organizar, concertar, coordinar, resolver, controlar, concretar… ¡Hablar! ¿Qué se supone que debe decir una? Tal vez me perdí alguna clase, unas lecciones a las que debería haber asistido y que por alguna razón recóndita me salté. No sé qué debe llevar la mujer de luto, hacia dónde debe mirar el colchón amarillo o durante cuánto tiempo tiene que vestir de negro, rezar, arrodillarse o llorar. No sé a quién hay que llamar y a quién enviar.