Hoy no existe ningún bien que no aparezca minado por la hipocresía, que ya no es considerada como un homenaje indirecto a la virtud, y pareciera que la franqueza, aunque sea más bien un descarado cinismo, fuese por só sola capaz de redimirnos del mal. Entre ambos extremos se halla insinuada una sutil ambigüedad: los límites ya no son tan claros, y como todo extremo está ligado a su reverso tiende a asumir su apariencia.