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La identificas como parte de tu vida, incluso aunque nunca vuelvas a verla. Llamamos a esas personas kharaids.

Está lleno de escamas azules y brillantes cuando me detengo ante él.

—Hola, Oscar. ¿Me recuerdas?

Sus ojos se abren con sorpresa.

—Tú eres…

Pero su agarre se afloja y yo tampoco recuerdo por qué estábamos discutiendo en un primer momento.

Tess aprieta los labios.

Tira de mí.

Su boca cae sobre la mía

Creo que todos los músculos de mi cuerpo se tensan al mismo tiempo. Por un instante, mi mente no entiende qué está pasando, no es capaz de buscarle sentido a la escena. Soy consciente de sus labios sobre los míos, de sus dedos alrededor de mi muñeca, de nuestros cuerpos tan próximos como para sentir su calor.

De alguna forma, el tiempo desafía las leyes de la lógica y se queda suspendido en ese instante.

Y de pronto, de la misma forma en que se ha detenido, arranca de nuevo. Lo hace con la fuerza con la que presiono mi boca contra la suya, con la tensión que sigue habiendo entre nosotras, que escala cuando me estiro hacia su cuerpo con resolución.

—¿Qué más da lo que yo desee? A la hora de la verdad, tu hermano tomó las decisiones equivocadas.

—Tú también, al mentirme y utilizarme.

qué pasaría si alguna vez al caminar por un parque te encontrarás con una estatua de ti mismo? ¿En qué posición te habrían labrado? En esa realidad alterna, me gustaría sorprender a mi propia figura rematando la esquina de una fuente,

cruzaremos bebidas. Ya no habrá un regusto amargo en el paladar. Ya no. No seremos costales tambaleantes en la habitación contigua. No besaremos desconocidos. Ya no vomitaremos en retretes llenos de excremento. No volveremos a tener cruda ni habrá arrepentimiento al mediodía. No orinaremos en estacionamientos. No compartiremos el calor de la misma taza. Ya no más. Ya no limpiaré los desastres de otros. Ya no haré fiestas en mi departamento. Ya no compartiré mi baño. No. No pervertiré el orden natural de mi hogar ni lo forza

colas son definitivamente el lugar más triste de las fiestas. Aíslan sin ofrecer intimidad: anulan la convivencia con el grupo, pero a la vez obligan a permanecer rodeado de aquella gente que la pasa muy bien y canta y grita y transpira en el vórtice del gozo

Culturalmente reina un afán por ocultar los desechos: nos parece extraño y hostil observar deyecciones propias o de otros. Es un desafío al tabú

Culturalmente reina un afán por ocultar los desechos: nos parece extraño y hostil observar deyecciones propias o de otros

moral, que es arrepentimiento de las decisiones tomadas; la del tiempo, esa en donde duele haber despilfarrado horas con personas que no valían tanto la pena; pero también existe otr