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Martín Luis Guzmán

  • kim claudiaje citiralaпре 2 године
    «¿En manos de quién estoy —se preguntaba, todavía con el mareo de la sorpresa—: en manos de una partida de forajidos o de un grupo de agentes del Gobierno?» Y su vehemente deseo era que los secuestradores resultaran bandidos, bandidos de lo peor, pero en ningún caso sicarios gobiernistas. «Porque en México —se dijo en el acto, y el concepto le vino preciso como nunca— no hay peor casta de criminales natos que aquella de donde los gobiernos sacan sus esbirros.»
  • kim claudiaje citiralaпре 2 године
    —¿Y esto, Tarabana? ¿No hay también algo parecido al robo en el simple hecho de que acepte yo este dinero que tú me traes?

    —Depende, hombre, depende… Axkaná, por ejemplo, diría que sí; pero Axkaná es hombre de libros. Yo, que vivo sobre la tierra, aseguro que no. La calificación de los actos humanos no es sólo punto de moral, sino también de geografía física y de geografía política. Y siendo así, hay que considerar que México disfruta por ahora de una ética distinta de las que rigen en otras latitudes. ¿Se premia entre nosotros, o se respeta siquiera al funcionario honrado y recto, quiero decir al funcionario a quien se tendría por honrado y recto en otros países? No; se le ataca, se le desprecia, se le fusila. ¿Y qué pasa aquí, en cambio, con el funcionario falso, prevaricador y ladrón, me refiero a aquel a quien se calificaría de tal en las naciones donde imperan los valores éticos comunes y corrientes? Que recibe entre nosotros honra y poder, y, si a mano viene, aun puede proclamársele, al otro día de muerto, benemérito de la patria. Creen muchos que en México los jueces no hacen justicia por falta de honradez. Tonterías. Lo que ocurre es que la protección a la vida y a los bienes la imparten aquí los más violentos, los más inmorales, y eso convierte en una especie de instinto de conservación la inclinación de casi todos a aliarse con la inmoralidad y la violencia. Observa a la policía mexicana: en los grandes momentos siempre está de parte del malhechor o es ella misma el malhechor. Fíjate en nuestros procuradores de justicia: es mayor la consideración pública de que gozan mientras más son los asesinatos que dejan impunes. Fíjate en los abogados que defienden a nuestros reos: si alguna vez se atreven a cumplir con su deber, los poderes republicanos desenfundan la pistola y los acallan con amenazas de muerte, sin que haya entonces virtud capaz de protegerlos. Total: que hacer justicia, eso que en otras partes no supone sino virtudes modestas y consuetudinarias, exige en México vocación de héroe o de mártir.
  • kim claudiaje citiralaпре 2 године
    ! ¿No? Muy bien, muy bien; dejemos entonces el punto y vamos a lo que importa. Mira: me embolso los veinticinco mil pesos. Voy también a darte las comunicaciones según las quieres. Pero ya que hablas de moral, no confundas los móviles. ¿Sabes por qué tomo el dinero? No porque me figure que el tomarlo está bien hecho; no soy tan necio. Lo tomo porque lo necesito, razón, ésta sí, definitiva, concluyente: «Porque lo necesito». En cuanto a tus silogismos, no podrían convencerme; son buenos para los acomodaticios y los pusilánimes, y yo, aunque sinvergüenza, no me rebajo a tal extremo. Soy un sinvergüenza, pero un sinvergüenza dotado de valor y de voluntad.

    Al pronunciar las últimas palabras, Aguirre había tocado uno de los timbres que se alineaban sobre la mesa. Segundos después su secretario particular apareció
  • kim claudiaje citiralaпре 2 године
    Provisto de la confesión autógrafa del coronel Zaldívar, Ignacio Aguirre se dirigió al castillo de Chapultepec la mañana siguiente a la noche en que la confesión le fue hecha.

    El Caudillo tomó los tres pliegos que su ministro le daba, los leyó muy despacio, se los guardó y dijo luego, con el aplomo de sus mejores momentos, un aplomo irónico donde se hacían baluarte las irisaciones de la sonrisa:

    —Muy interesante relato, sin duda. Pero niego la autenticidad de los hechos. Hilario, como funcionario y como hombre, está por encima de tales pequeñeces.

    —¿Y si yo le asegurara a usted que es verdad cuanto ahí se describe?

    Aguirre quiso en esta forma cerrar de un golpe todas las salidas.

    —Pues entonces creería yo —replicó el Presidente— que la pasión lo ciega a usted, y le recomendaría el camino de los tribunales.

    Aguirre, encendido, olvidó sus hábitos de respeto.

    —¡Pero a eso yo podría responder, mi general, que los tribunales, para un hombre de la posición política de Jiménez, son también pequeñeces!
  • kim claudiaje citiralaпре 2 године
    Alguien entonces, en carta anónima, dio a conocer lo que la Mora había visto y oído en la Inspección General la noche de los sucesos. Ella, en entrevista con los periódicos amplió y ratificó valientemente cuanto le constaba; pero la policía, desmintiéndola, le salió al paso; la tildó de cocainómana empedernida; la acusó de estar fichada de tiempo atrás en la Inspección, por sus escándalos y sus vicios, y certificó que la noche del supuesto crimen la Mora había estado recluida en un calabozo de la Inspección, donde la acometieron sin tregua terribles alucinaciones.
  • kim claudiaje citiralaпре 2 године
    Algo dijo aún quien hablaba desde más allá de las dos luces, y entonces Winter y el chofer procedieron a tomar en brazos a Axkaná y a llevarlo hasta el automóvil.
  • José Mondragónje citiraoпре 2 године
    consta a nosotros que en México el sufragio no existe: existe la disputa violenta de los grupos que ambicionan el poder, apoyados a veces por la simpatía pública. Ésa es la verdadera Constitución Mexicana; lo demás, pura farsa.
  • José Mondragónje citiraoпре 2 године
    Nos consta a nosotros que en México el sufragio no existe: existe la disputa violenta de los grupos que ambicionan el poder, apoyados a veces por la simpatía pública. Ésa es la verdadera Constitución Mexicana; lo demás, pura farsa
  • José Mondragónje citiraoпре 2 године
    «Madrugar»; tras lo cual su pensamiento, cogiendo la palabra de nuevo, vino a hilvanarla en una idea: «La política mexicana no conjuga más que un verbo: madrugar».
  • kim claudiaje citiralaпре 2 године
    No, Aguirre; no contestaría usted así. Porque esas cosas, cuando yo gobierno, no se dicen en mi presencia.

    Y el Caudillo se había quitado los anteojos y había dejado acentuarse, por sobre la nota gris del bigote en desorden, su expresión a la vez riente y dominadora. Le fluían de los ojos, como de tigre, fulgores dorados, fulgores magníficos.

    Horas después de aquella entrevista, Aguirre dimitió su puesto de secretario de la Guerra, y, pasados cuatro días, el Caudillo, aceptando la renuncia, la contestó en términos cordiales y elogiosos. En su respuesta mencionaba el Presidente los servicios guerreros del joven general, su entereza en las horas de crisis, su laboriosidad administrativa y hasta su fe en la causa del pueblo
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