Martín Luis Guzmán

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kim claudiaje citiralaпре 2 године
—Quería hablarle dos palabras a propósito del enredo electoral.

El Caudillo tenía unos soberbios ojos de tigre, ojos cuyos reflejos dorados hacían juego con el desorden, algo tempestuoso, de su bigote gris. Pero si fijaban su mirada en Aguirre, nunca faltaba en ellos (no había faltado nunca, ni durante las horas críticas de los combates) la expresión suave del afecto. Aguirre estaba ya acostumbrado a que el Caudillo lo mirara así, y ponía en eso tal emoción que acaso de allí nacieran, más que de cualquier otra cosa, los sentimientos de devoción inquebrantable que lo ligaban a su jefe. Con todo, esta vez notó que sus palabras, mencionado apenas el tema de las elecciones, dejaban suspensa en el Caudillo la mirada de costumbre. Al contestar éste, sólo quedaron en sus ojos los espurios resplandores de lo irónico; se hizo la opacidad de lo impenetrable.

—Lo escucho —dijo.
kim claudiaje citiralaпре 2 године
Pero aun estas mismas palabras, de apariencia neutra, no salieron de los labios del Presidente sino acompañadas del movimiento nervioso —huella de viejas heridas— que revelaba en él algo más que la mera disposición a oír: el apresto a la defensa y al ataque.

—No son —continuó el joven ministro— más que dos o tres aclaraciones: las suficientes para que tanto usted como yo estemos en guardia contra la insidia de los chismosos.

—Muy bien, muy bien. A ver.

Sintió Aguirre, por primera vez desde hacia diez años, que una cortina invisible iba interponiéndose, conforme hablaba, entre su voz y el Caudillo, el cual, a cada segundo que corría, se le antojaba más severo, más hermético, más lejano.

Sin lograr librarse de esa evidencia, Aguirre continuó:

—En estos días han estado a visitarme, uno tras otro, casi todos los jefes con mando de fuerzas.

—Me lo habían dicho…

—… y los más de ellos, por no decir que absolutamente todos, me han ofrecido su apoyo para el caso de que aceptase yo mi candidatura…

—Ajá.

—Yo…

—Sí, eso es: ¿usted qué piensa?

—… yo les he respondido lo que usted ha de imaginarse: que no me creo con tantos merecimientos ni tengo tampoco esa ambición…

—Muy bien… ¿Y piensa usted eso mismo? Lo importante está allí.

La pregunta salió envuelta en las entonaciones profundamente irónicas que Aguirre había advertido tantas veces en frases que el Caudillo dirigía a otros, pero nunca en las que le dirigía a él. De modo que ahora el tono de la voz, como poco antes la mirada y el gesto de su jefe, vino también a desconcertarlo, a herirlo. Algo se rompió en sus sentimientos según replicaba:

—Si no lo pensara, mi general, no lo diría.

—¿Cómo?… Se me figura…

Pero no redondeó su idea el Presidente. Volvió el rostro, lo inclinó un poco hacia abajo, hacia el mar de copas verdes, donde la brisa ondulaba, y hundió allí la mirada durante breves segundos. Luego, como si quisiera tomar atrás, prosiguió:

—¡Vamos! Veo que no me entiende usted…

¿Iban a brotar de nuevo el semblante y el tono afectuosos? Aguirre lo esperaba, lo creía. Aun llegó a parecerle por un instante que todo lo anunciaba. Pero en el instante inmediato, aquel débil anuncio se ahogó en el manantial suspicaz e irónico, en creciente ahora.

—Lo que le pregunto, Aguirre —el Caudillo continuaba—, no es si en efecto piensa usted lo que está diciéndome. Le pregunto si piensa en efecto lo que respondió a sus partidarios. Dos cosas bien distintas. ¿O no me explico?
kim claudiaje citiralaпре 2 године
En «partidarios» se hizo más lenta la emisión de la voz. En «¿me explico?», el tono cobró la seguridad fácil y dominadora con que el Caudillo sabía recordar a sus oyentes que él era el vencedor de mil batallas, tono duro y cortante, tono que hizo que Aguirre experimentara, por primera vez en su vida, que ser subordinado de su jefe lo humillaba. ¡Qué no hubiera ofrecido en aquel momento a cambio de reconquistar lo que, sin saber él mismo cómo, acababa de desvanecerse, de perderse! Para dominar mejor el torbellino interno que amenazaba asaltarlo, Aguirre unió a la elocuencia espontánea de su sinceridad la elocuencia artificiosa del énfasis retórico:

—Sí, mi general —dijo—; ahora comprendo. Pero yo le protesto a usted con la mayor franqueza, con la franqueza que usted me conoce y me ha conocido siempre, que las dos cosas que usted distingue se reducen aquí a una sola. Hablando con mis partidarios pensaba exactamente lo que digo hoy: que no me creo con títulos para sucederlo a usted en su puesto ni me dejo llevar de tales aspiraciones. Así lo he hecho ver a todos los generales, a quienes, debe usted creérmelo, aconsejo que lleven su apoyo, el que a mí me ofrecen, al general Jiménez.

Ministro y Presidente se miraban con ojos escrutadores. El velo de fatiga que jamás se alzaba de sobre las pupilas del uno, hacía extraño contraste con el intenso fulgor que lanzaban las del otro.

Tras una pausa, observó el Caudillo:

—Lo de su falta de merecimientos lo entendería yo mejor si en esto no interviniera para nada el general Jiménez. Porque yo bien sé que usted, acaso con motivos muy dignos de pesarse, cree superar en muchos conceptos a su contrincante. ¿Cómo explicarme entonces que la candidatura del otro le parezca a usted más aceptable que la suya propia?

—Primero, mi general, porque es público y notorio que él sí aspira a ser presidente…

—¿Y segundo?

—Segundo, porque… porque es posible y aun probable que la benevolencia de usted lo ayude en sus deseos.

El Caudillo replicó pronto:

—No sería yo, sino el pueblo… Pero volvamos a usted. ¿No le engañará su convicción cuando habla de no tener ningunas aspiraciones?

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kim claudiaje podelio/la utisakпре 2 године
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Las novelas de la revolución mexicana tienen una particularidad muy especial, hacer parecer al entorno como algo sencillo, cotidiano y hasta fácil, apelando a ese viejo dicho de que todo tiempo pasado fue mejor. Hasta que se describen las atrocidades que vivieron quien en esos tiempos decían morir con honor. Es una novela fantástica.

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    Martín Luis Guzmán
    La sombra del caudillo
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  • Abigail Mirandaje podelio/la utisakпрошле године
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    Martín Luis Guzmán
    La sombra del caudillo
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  • José Mondragónje podelio/la utisakпре 2 године
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