Tan clara fue en esto la conducta del Gobierno que el general Aguirre jamás pudo hacerle justificados cargos de parcialidad. Todo ello, por desgracia, ha sido inútil. El general Aguirre logró corromper a la mayor parte de las fuerzas comandadas por el general Encarnación Reyes, que anoche asumieron en Puebla actitud de franca rebeldía, y estuvo a punto de conseguir otro tanto con varios batallones de esta capital. Había, en efecto, concertado las cosas en tal forma que el movimiento estallara a la vez aquí, en Puebla y en Toluca. Gracias a la enérgica intervención del general Leyva, y a los leales servicios de los coroneles Jáuregui, Acosta y Hernández, la asonada, en la capital, ha sido un completo fracaso. En Puebla, el traidor general Encarnación Reyes se ha hecho dueño del Estado después de desarmar y sacrificar villanamente al pundonoroso coronel Siqueiros y a casi toda la oficialidad del 19° regimiento, que se negó a secundar los pérfidos planes. En Toluca, por último, hacia donde Aguirre y los principales jefes del movimiento se dirigieron poco antes de la hora en que, según creían, había de estallar aquí el cuartelazo, la intentona tuvo éxito casi nulo. El recto general Julián Elizondo logró pronto persuadir de su error a los oficiales y tropa que ya se disponían a olvidar sus deberes; ante lo cual, Aguirre no tuvo más recurso que escapar al frente de reducidísimo número de militares y civiles. El Gobierno que presido ha dictado sin tardanza enérgicas disposiciones para batir y deshacer a estos traidores; a la una de la tarde de hoy el general Aispuro, con cinco mil hombres, saldrá a iniciar, en combinación con las fuerzas de Tlaxcala y Veracruz, el avance sobre Puebla; y antes de cuarenta y ocho horas, lo garantizo al país, Aguirre y cuantos lo acompañan habrán caído en poder de las tropas leales, pues ya se le persigue activamente y de cerca. Hago, por último, una solemne promesa a la nación: si este Gobierno fue complaciente en un principio, al punto de pasar por alto muchas de las faltas que se estaban cometiendo, en esta hora de crimen sabrá imponer rigoroso castigo, sin distinciones ni consideraciones, a todos los militares y civiles que han trastornado el orden público, atentado contra nuestras instituciones fundamentales, y hecho que se derrame sangre inocente.»
Esto decía el