Manuel Ángel Chica Benayas

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Dianela Villicaña Denaje citiralaпре 11 дана
La guerra, que duró ocho años insoportablemente largos, reunió una importante cosecha de almas en pena por todo el mundo. Pero después comenzó a apagarse y retrocedió, aullando y cojeando, mientras se lamía las patas ensangrentadas. El combustible, como antes, no era suficiente, pero la vida empezó a mejorar poco a poco, y, como con un chasquido, volvió a la normalidad. Aunque, por alguna razón, estos cambios no afectaron a Marán. Nadie se acordaba del pueblo ni tenía intención de hacerlo. El único coche que llegaba era la ambulancia, y para que lo hiciera había que enviar un telegrama, porque Marán no tenía otro contacto con el mundo exterior. Estaba claro que hacía mucho que en el valle habían dejado de la mano de Dios a ese puñado de ancianos obstinados que, en su momento, se negaron a bajar desde la cima del Mánish-kar hasta las tierras bajas.
Dianela Villicaña Denaje citiralaпрекјуче
La lluvia caía como si pudiera lavar todas las penas. Le acariciaba el pelo, le abrazaba los hombros, le hacía cosquillas en la nuca. Anatolia volvió el rostro hacia ella, pero no cerró los ojos para no dejar de ver a su padre. Se puso muy contenta cuando descubrió que su padre había acertado exactamente la hora de ponerse a trabajar, porque es más fácil segar la hierba cuando llueve.
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Pues si ya lo sabes… Mira cómo vivimos nosotros. A la espera de la muerte. Entre un entierro y otro. ¿Qué nos queda? Ni alegría ni esperanza. Entonces ¿por qué dejar pasar la oportunidad de hacer a alguien un poco más feliz? Si no piensas en ti, por lo menos piensa en él.
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