Un formato audiovisual es, en esencia, un conjunto de reglas que generan una repetición narrativa. Estas reglas singularizan la constitución de cada formato dotándolo de su particularidad como escenario en el que se desarrollan sus acciones, su arco temporal, su recurrencia a algunos argumentos clásicos, los retos sociales y éticos que aborda, la interacción con los públicos que participan o los dispositivos de puesta en escena que le confieren una identidad visible. Por lo tanto, la relación entre repetición y variabilidad que propone el formato audiovisual es singular respecto a otros sistemas narrativos: un formato nunca es estático ni inflexible, sino que se adapta en función de los diferentes agentes que participan en su configuración.