Dahlia De la Cerda

Estudio en una Universidad del Opus Dei y, aunque tengo amigas, ninguna de ellas está a favor del aborto, a menos que implique programarlo en Houston y que luego del alta del hospital nos vayamos de compras a un mall.

No existe un cuarto propio cuando ellos creen que nuestro cuerpo les pertenece

No sé por qué me acordé de esto de repente, ves que los recuerdos llegan sin que una los esté buscando, son como ráfagas de confeti que aparecen cuando menos te lo esperas, como la menstruación que se te adelanta cuando vas ir a la playa, pero no como cuando te encuentras cincuenta pesos en un pantalón al final de la quincena

Madres que buscan a sus hijas. Ciudades tapizadas de cruces rosas. Ciudades tapizadas de letreros de jóvenes desaparecidas. Desiertos de huesos. Lagunas que devoran mujeres. Mujeres muertas que brotan de los ríos, de las alcantarillas, de las arenas del desierto

En tu propia casa, ningún sitio es seguro.

Ninguno.

Ser mujer es un estado de emergencia.

Asesina a su mujer frente a su hija de cinco años.

No existe un cuarto propio cuando ellos creen que nuestro cuerpo les pertenece.

A mí la tristeza ya me arrastró. Es más, a veces siento que la tristeza soy yo.

me encomendé al Diablo porque Dios en esto no hace el paro. La vida loca tiene sus secuelas, «los sueños vuelan, amárrelos quien pueda»

Escapar de esto no depende de echarle ganas, de querer salir adelante. Esas frases son de güeros. En el barrio se trata de rifártela para sobrevivir.

¿Dónde estábamos nosotras mientras cada tres horas una mujer era matada a golpes, descuartizada y violada? Me sentí terrible.