Arthur Schnitzler

No se trata ahora de ninguna satisfacción—dijo el caballero vestido de rojo, que hasta entonces no había hablado—sino de expiación.

¡¿Había que jugársela siempre sólo por deber, por espíritu de sacrificio, y nunca por capricho, por pasión o, simplemente, para medirse con el Destino?!

esquitándose así con aquella mujer, que con su sueño le había revelado que era infiel, cruel y traicionera, y a la que en aquel momento creía odiar más profundamente de lo que la había amado nunca.