Editorial Galerna

Ten en cuenta: dolor sí, sufrimiento no. El dolor “duele” y es inevitable. En cambio, el sufrimiento es la continuidad de un dolor no resuelto,

En vez de dialogar y exponer los propios errores y su malestar con los demás, el efectismo tomó el centro de la escena y parece ocupar todo el espacio discursivo. Sin embargo, en medio de esta batalla quedamos aquellos que podemos entender cada bando y que, incluso, nos sentimos identificados con ideales de cada una de las posturas. Pero nadie parece vernos.

Quiero que mi cuerpo sea fiesta y no duelo. Quiero sentirme cómoda. Quiero que me quieran. Eso me da miedo del tiempo: perderme del amor o el cariño. No le tengo miedo al tiempo. Le tengo miedo al desamor. Quiero las chispas del fuego en mi jardín. No quiero aprender a hacerlas. Quiero la carne que me revive cuando el jadeo me gana y quiero que no parezca queja.

Es que la observación desde el diseño pone en juego dos estrategias íntimas y aparentemente opuestas, la premeditación y la sorpresa. Desde los objetos hasta las experiencias, pasando por los espacios y los relatos, diseñar deconstruye hábitos ideales para transformarlos en deseos factibles, en un mundo concreto y cotidiano.

si tuviéramos que definir muy sencillamente qué hacen los diseñadores, podríamos afirmar que se dedican básicamente a resolver problemas.

puntapié crucial para la despenalización del aborto en Francia.

Magdalena Carmen Frieda Kahlo y Calderón, fue la artista que desafió al dolor con color, la mujer que le hizo el amor a la vida y coqueteó con la muerte; la voz que, entre corridos y blasfemias, se construyó a sí misma.

nombrarlo me tranquilizaba, nombrarlo me volvía loca, nombrarlo me era indispensable.

Y así de rápido como explotaba en canciones, estallaba en silencios que cada vez se hacían más largos, dando la sensación de un universo paralelo y mudo, un lugar sin gravedad en dónde la transmisión de sonidos no es posible.

mientras los de afuera se fascinaban por el nuevo eslabón, madre e hija perseguían el silencio, incapaces de resignarse a la idea de vivir sin la intimidad de lo no dicho.