Se quedó pensativa por unos momentos y una lágrima rodó por su mejilla.
—Yo también estoy muy sola, ¿sabes? Mi esposo murió hace unos años —continuó, mientras secaba las lágrimas con la manga de su bata blanca—, desde entonces me siento como paralizada, llena de miedos y de inseguridades —seguía su monólogo, mientras limpiaba mi cuerpo con la esponja—. Supongo que, de alguna forma, a todos nos paralizan nuestros miedos, nuestros resentimientos, la preocupación o nuestros traumas...