el juego de los estambres y el pistilo, el poder seductor de los perfumes, la atracción de los colores armoniosos y resplandecientes o la elaboración del néctar, absolutamente inútil para la flor y que esta solo fabrica para atraer y retener al libertador foráneo, el mensajero del amor (abeja, abejorro, mosca, mariposa o falena)1 que le brindará el beso del amante lejano, invisible e inmóvil.