y Jacob acudió andando despacio para sentarse en el sitio libre que aquélla había dejado a mi lado. A juzgar por su aspecto debería tener catorce, tal vez quince años. Llevaba el brillante pelo largo recogido con una goma elástica en la nuca. Tenía una preciosa piel sedosa de color rojizo y ojos oscuros sobre los pómulos pronunciados. Aún quedaba un ápice de la redondez de la infancia alrededor de su mentón. En suma, tenía un rostro muy bonito.