UNA TONELADA DE TIERRA NO PARECE MUCHO una vez se ha dado la última palada. Empuja con el pie los montones acumulados en los bordes tratando de dejar la superficie igual a como estaba antes de cavar. El permiso le alcanzará para pasar el día de las velitas en la casa. Eso piensa, eso debe pensar, eso dice. Su compañero mira concentrado la oscuridad del suelo, el pasto que por momentos brilla en la noche despejada. Resopla cansado; a lo mejor extraña el catre del cuartel. Busca la hora en su nuevo reloj. No puede ver las manecillas, dice que las hubiera preferido fosforescentes. El de la pala reacciona sin disimular