Los hombres y las mujeres sólo vivimos engañándonos y mintiéndonos.
Nadie, fuera de los genios y los santos, se atreve a mostrarse tal cual es.
El mundo es un presidio y una zahúrda (a veces de muros dorados), porque ninguno dice a ninguno la verdad.
Los gobiernos engañan miserablemente a los pueblos. Los políticos procuran engañarse entre sí. La más honorable familia engaña al pretendiente sobre las cualidades y la fortuna de la niña casadera. El novio engaña a la novia y la novia al prometido. Las reputaciones no son más que obra del engaño y de la intriga. La Prensa es la bocina de la mentira… Y sobre esta montaña inmensa de falsedad, el macaco humano danza y hace contorsiones, hasta que un cataclismo por el estilo de la gran guerra, acaba con la farsa de los pueblos, fundiendo las impurezas en el inmenso crisol del dolor; fabrica una mentalidad distinta y hace que la nave del mundo emprenda otra derrota.