Christopher Ryan

Estamos atrapados en esta visión distorsionada y demonizada de la naturaleza humana y el mundo natural, los cuales son vistos como las dos caras de un enemigo al que hay que temer y conquistar, en lugar de considerarlos aliados a los que debemos honrar y nutrir. Este sinsentido pernicioso nos tiene divididos contra nosotros mismos, entre nosotros y contra el propio planeta.

George Bernard Shaw decía que «el patriotismo es el convencimiento de que tu país es superior a todos los demás porque tú naciste en él». La misma ciega convicción contamina nuestras suposiciones sobre la época histórica en la que hemos nacido. Vamos a llamarlo «presentismo».

el mero hecho de que estemos aquí no significa que el presente sea necesariamente mejor que los mundos que han sido pisoteados y descartados durante el viaje. El que la historia haya tomado este rumbo no significa que este sea el mejor resultado posible. Para llegar a la convicción contraria, uno tendría que creer en algún tipo de predestinación y convencerse de que todos los peajes que se han pagado a lo largo del camino han valido la pena para llegar aquí: los años oscuros, la peste bubónica, los milenios de esclavitud, las guerras interminables, los incontables genocidios, la música disco… Todo. Indudablemente hemos recorrido un largo camino, pero ¿ha sido un largo camino hacia arriba, hacia abajo o simplemente un camino muy muy largo?

Mirando al hombre tal y como un naturalista miraría a cualquier otro animal mamífero, se puede concluir que tiene instintos paternales, conyugales y sociales […], estos instintos consisten en un sentimiento de amor o de benevolencia hacia el objeto en cuestión […], esta compasión activa hace que el individuo se olvide de sí mismo y ayude, actuando para beneficio de otros a su propia costa».

Los forrajeros nómadas están universalmente, y casi obsesivamente, preocupados por ser libres de la autoridad de los demás —escribe Boehm—. Esta es la idea básica de su ética política […]. Este enfoque igualitario parece ser universal a todos los forrajeros que viven en pequeños grupos que siguen siendo nómadas, lo que sugiere una antigüedad considerable para el igualitarismo político».

El igualitarismo entre los forrajeros no presupone que no haya diferencias en las capacidades o en los logros, ni que los forrajeros no tengan sus propias jerarquías. Más bien se cuidan de asegurar que las jerarquías de estatus y admiración no interfieran con la igualdad de oportunidades y el acceso a los recursos.

Boehm expone el ilógico argumento de que el igualitarismo requiere prestar especial atención a la jerarquía. Para mantener sus grupos sociales igualitarios, los forrajeros celebran y refuerzan constantemente sus códigos sociales antijerárquicos. «Para alcanzar una jerarquía igualitaria estable —explica Boehm—, el flujo básico del poder en la sociedad debe revertirse de manera definitiva» para que la gente corriente mantenga la delantera sobre aquellos con ambiciones que podrían hacer peligrar el equilibrio

Las sociedades recolectoras cortan por lo sano con cualquier bravucón bocazas que se dedique a alardear de su supuesta superioridad sobre los demás. Incluso aquellos miembros a los que se considera líderes admirados no pueden mostrar una conducta de autoensalzamiento sin que se produzca una pérdida de estatus. En cualquier caso, siempre existía la opción de marcharse, puesto que los recolectores viven en lo que los antropólogos llaman grupos sociales de «fisión-fusión».
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«Así como analizamos, e incluso predecimos, el comportamiento de los occidentales asumiendo que se comportan como si no tuvieran suficiente —escribe—, de la misma manera podemos analizar, e incluso predecir, el comportamiento de los cazadores-recolectores asumiendo que se comportan como si lo tuvieran todo hecho».

ejército tras ejército, se considera que no hay nada más devastador que perder a un colega. Es mucho más perturbador que experimentar un peligro mortal en carne propia, y a menudo puede desencadenar un colapso psicológico en el campo de batalla o más adelante».