—¿Y todos los días de mi vida? —pregunté mirándola a los ojos.
Se quedó boquiabierta, totalmente sorprendida. Mi pecho percibía cómo su corazón se desbocaba. Ni siquiera yo mismo era consciente de lo que acababa de decir, pero aquellas palabras salieron sin más de mi boca. No me arrepentía