Paula Vázquez

En sánscrito «amor» y «memoria» se dicen con la misma palabra: smara. La lengua. La lengua madre.

Mis tías, mis primas y mis amigas, divorciadas, felizmente casadas o con el corazón partido tienen hombres que las aman, hombres que las engañan o no, hombres que las abandonan por mujeres de la edad de sus propias hijas. Incluso la traición te ofrece alguna clase de refugio.

Algo tiene que moverse. La vida se mueve y lo que no se mueve está muerto.

os murciélagos son como los hombres. Animales ciegos, nocturnos animales ciegos que sin embargo no se chocan con el mundo porque nacen dotados de alguna clase de brújula, aunque sie

siempre están al borde de un accidente fatal, nadie se sorprendería si alguno de ellos se estrellase de pronto

De algún modo sería retomar un hábito familiar, que pertenecía a la mujer que era antes de conocer a Juan. Me gustaba esa

mujer, y esa mujer fumaba.

Estamos hechos de cosas que desaparecen.

Ella lo sabía: la culpa es el combustible más eficiente del mundo.

El paso del tiempo ha llevado a que mi familia aceptara la distancia que durante años declaraba no comprender. Integraron mi silencio a su vida como se acepta un antiguo reloj heredado: se lo dispone en la sala en medio de los muebles, los ojos jamás volverán a posarse sobre él. Desde chica desprecio la voluntad estoica de mi padre para quebrar toda ley social y acumular dinero al modo de un fetiche, usaría un cuchillo viejo y sin filo para sacarle los ojos cada vez que le descubro sus gestos de aristocracia aspiracional, comprar carruajes o despotricar en contra de la pauperización de la fuerza de trabajo, furioso ante la peonada rebelde que compra en cuotas y pretende fines de semana puente