Queda, por último, el rojo, color que también hay que manejar con cuidado. Como con las golosinas, puede evocar un sabor (fresa, frambuesa, grosella) para que se trague mejor una pastilla o un jarabe destinado a los niños. Puede ser el código de un antibiótico o de un antiséptico, tener una relación con la sangre o las heridas. Pero representa, también y sobre todo, el color del peligro y de la prohibición, que realza la mención indispensable y conminatoria: «No superar la dosis prescrita».