Madame Scarron —después madame de Maintenon— tenía, en verdad, una mayor ilustración, adquirida por la lectura; su conversación era más dulce, más insinuante. Hay cartas suyas en las que el arte embellece la naturaleza y cuyo estilo es sumamente elegante. Pero madame de Montespan no necesitaba valerse del talento de nadie; y fue la favorita, mucho antes de que madame de Maintenon le fuera presentada.