problema es cuando los huesos están secos y han perdido todo el tejido blando. Este estado se alcanza a diferente velocidad en distintas partes del mundo. En climas más cálidos, donde los insectos pueden tener una actividad voraz, un cuerpo sin enterrar puede acabar reducido a esqueleto en cuestión de un par de semanas. Si está enterrado, la descomposición será más lenta, porque la tierra está más fresca y la actividad de los insectos se ve limitada; así, la transformación en esqueleto puede llevar de dos semanas a diez años o más, dependiendo de las condiciones.