Ediciones El Naranjo

¿No dicen que los amores se diluyen en el olvido como los fantasmas en la lluvia? Ah, no, esas eran las lágrimas.

Y sobre mi tapete, encogida, pienso que el Dios de las mujeres no es el mismo que el de los hombres.

Me querían invisible, así que me convertí en lluvia. Pero la lluvia no es transparente. Ni tranquila, ni dócil, ni frágil

Soy la actriz que interpreta el papel que la comunidad escribió para ella desde hace miles de años. Había una vez una joven núbil que, mientras esperaba casarse, iba dulcemente a llevarle la comida a su papá. La cabeza gacha. Ideas simples. Amordazada.

Para mi sobrino preferido siempre estoy despierto.

—Las cosas buenas que uno hace no compensan las malas, ¿sabés? Pero ayudan a no perderse. Ser fiel es la única forma de ganarle a la culpa.

No es mi culpa haberme convertido en la presa del despiadado Eros

Pide ayuda de los vientos, haz sacrificios a los dioses, llora como niño en las rodillas de tu madre Venus, lánzate como lobo en las batallas… busca tú también la muerte, Eneas, en algún pantano de la Hesperia, porque el amor ya no lo tendrás jamás

Lo has matado por obedecer a unos dioses crueles, a unas máscaras equivocadas de destino, a unos augures famélicos y errados, a unos dioses y a unos hombres envidiosos de nosotros, de lo que hubo, ¡de lo que hay!, entre Dido y Eneas

No debes llorar nunca más porque serás una reina y debes dominar los sentimientos que doblegan a la gente común. Que ni el odio ni el amor te sobrepasen nunca