El ruiseñor
No esperes, no, que compasivo y tierno
vuelva a brindarte el corazón amores
porque en mi pecho nieva, y en invierno
nunca han brotado del jardín las flores.
No esperes, no, que a tu traidor reclamo
rinda a tus pies mi sacra rebeldía
ni que te diga el corazón: ¡te amo!
ni que te digan mis delirios: ¡mía!
Ya todo se eclipsó, todo se ha hundido
en el océano estéril del olvido;
y si aún vibra la voz en mi garganta
dando vida fugaz a mis cantares,
es porque el ruiseñor de mis pesares
cuando suspira y desespera, canta.