Arthur Schopenhauer

Apagogé: admitimos la verdad de la proposición del adversario; después demostramos lo que se deduce de ésta, cuando, combinándola con cualquier otra proposición aceptada como verdadera, la utilizamos como premisa de una conclusión cuya falsedad es notoria,

aun cuando el argumento del adversario parece exacto y concluyente, no hay que dejar de atacarlo,

Nada hay verdaderamente digno de envidia, ¡y cuántos merecen lástima!

días ruedan cada vez más rápidos, los acontecimientos pierden importancia y todo se decolora.

Nada hay fijo en esta vida fugaz: ¡ni dolor infinito; ni alegría eterna; ni impresión permanente; ni entusiasmo duradero; ni resolución elevada que pueda persistir la vida entera! Todo se disuelve en el torrente de los años.

lo que atañe a cada uno en particular, la historia de una vida es siempre la historia de un sufrimiento, porque toda carrera recorrida no es más que una serie no interrumpida de reveses y desgracias, que cada cual se esfuerza en ocultar porque sabe que, lejos de inspirar a los demás simpatía o lástima, les colma por eso mismo de satisfacción. ¡Tanto les regocija representarse el fastidio del prójimo, del cual están libres por el momento! Es raro que un hombre al final de su vida, si es a la vez sincero y reflexivo, desee volver a comenzar el camino y no prefiera infinitamente más la nada absoluta.

El hombre no vive más que en el presente, que huye sin remisión hacia el pasado y se abisma en la muerte.

presente se escapa de su abrazo y se transforma sin cesar en pasado;

El presente se escapa de su abrazo y se transforma sin cesar en pasado

postre es menester que triunfe la muerte, porque le pertenecemos por el hecho mismo de nuestro nacimiento, y no hace sino jugar con su presa antes de devorarla.