América Latina es un lugar complejo para hablar de feminismos. La diversidad y particularidad histórica, social y étnica que caracterizan al territorio lleva a que los feminismos que se desarrollan planteen matices propios que dificultan su encasillamiento en lecturas restringidas2.
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. La discriminación étnico-racial juega un papel central como fuente de exclusión para dichas poblaciones. El género es una transversal que atraviesa estas problemáticas. La situación de analfabetismo en las que han estado sumidas muchas mujeres indígenas y afrolatinas determinó que, aunque las latinoamericanas fueran alcanzando el derecho al voto durante la primera mitad del siglo XX, sólo pudieran concretarlo aquellas que estaban alfabetizadas
Segregación racial y económica de las mujeres latinas al arte.
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el ingreso de las mujeres en la esfera pública estuviera marcado por su condición étnica y de clase, dado que la mayoría de las veces las mujeres blancas, pertenecientes a la burguesía, fueron las que iniciaron las luchas por los derechos de ciudadanía en las primeras décadas del siglo XX y las que continuaron reclamando por los derechos sobre sus cuerpos a partir de los años setenta del citado siglo. Estos no son datos menores para comprender el arte feminista del continente.
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Gran parte de las artistas que, al calor de los años setenta, se acercaron a los movimientos feministas o a sus planteamientos sin militar dentro de ellos –como ya veremos–, fueron mujeres blancas o, a lo sumo, mestizas que pertenecían a niveles medios de la burguesía y/o, como en algún caso de la Argentina, a la elite.
Quienes acceden al arte son mujeres blancas y burguesas.
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Esto les permitió establecer contactos con los centros del arte feminista –fundamentalmente Estados Unidos, Francia e Italia–, leer bibliografía en otros idiomas y posibilidades de traslación de saberes a sus contextos, dando como resultado el desarrollo de miradas situadas en problemáticas locales.
Clase y color de mujeres que pudieron comenzar en las artes
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1978: «Si algo confirmé en ese momento es que, si uno pretende hacer un arte revolucionario en términos políticos, primero tiene que serlo en términos artísticos»6. Es así como las artistas feministas de aquellos años plantearon lenguajes experimentales ubicando, en muchos casos, en el centro de la escena a sus cuerpos.
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trabajos artísticos que tomaron posición crítica ante diversas situaciones que atravesaban a las mujeres de entonces, sin que sus creadoras formaran parte de los movimientos de mujeres ni necesariamente se manifestaran feministas
Trabajan temas feministas aunque no se denominen como tal
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interés por un arte cuestionador de los discursos canónicos establecidos se dio a partir de 1977, cuando en torno a los grupos feministas mexicanos surgieron voces como las de las artistas Rosalba Huerta, Lucy Santiago, Mónica Mayer, Maris Bustamante, la poeta y escritora Alaíde Foppa, entre otras. El mar de fondo de este interés fue la formación de la Coalición de Mujeres Feministas con sus reclamos sobre la maternidad voluntaria, el alto a la violencia sexual38 y el derecho a la libre opción sexual. También por entonces se creó la primera cátedra de estudios sobre la condición de la mujer en la UNAM y la revista Fem, de constante publicación hasta 2005. En México, el arte feminista de los años setenta estableció múltiples vínculos con las agrupaciones de izquierda, ya que como relata Ana Victoria Jiménez39 hubo integrantes de estos grupos y partidos que se unieron al movimiento feminista. El movimiento de mujeres contó con sólidas instituciones como la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas (desde 1964 hasta hoy en día) integrada por miembras de varios sectores sociales a nivel nacional40. La década del setenta vivió un verdadero renacimiento del feminismo41, conforma
Médico 70
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do en su mayoría por mujeres urbanas, de clase media, universitarias, principalmente de la Ciudad de México. La primera organización feminista de esta segunda ola fue el Movimiento en Acción Solidaria (MAS, 1971), en el que militó la fotógrafa Ana Victoria Jiménez. Posteriormente surgió el Movimiento Nacional de Mujeres (MNM, 1973) y el Movimiento de Liberación de la Mujer (1974), el Movimiento Feminista Mexicano (MFM) y la Coalición de Mujeres Feministas, agrupación que, en 1976, coordinaba al MNM, MFM, La Revuelta y el Colectivo de Mujeres
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Maris Bustamante, las artistas estaban temerosas: «[...] en aquel tiempo todas las galerías y museos estaban manejados por hombres y muchas dijeron que tenían miedo44 de que hubiera represalias contra ellas y ya no tuvieran las mismas facilidades para exponer sus trabajos»45
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