se dio cuenta Magda en cuanto llegó y me vio sentada en las escaleras del archivo, esperando a que abrieran. Se extrañó de que hubiera madrugado tanto. Pero sobre todo del aspecto tan joven que tenía, mirándome de lejos había llegado a dudar incluso de que fuera yo, dijo, mientras me inspeccionaba detalladamente como buscando alguna causa visible de aquella transformación.
–¿Te has cortado el pelo?
–¿El pelo? No.
–Pues pareces otra, chica. No sé, algo te ha pasado.
–Bueno, anoche hice las paces con una amiga. Pensándolo bien, ha sido una especie de limpieza de cutis, sí.