Aunque sabemos que Picasso veía en su obra tanto el toro como la bicicleta, y que quería que nosotros viésemos lo mismo, tal vez nos sentimos más cómodos intentando ver lo que creemos que veían los hombres de las cavernas. Nos resulta más agradable pensar que no estamos siendo manipulados, que no se nos “hace ver”, cuando, de hecho, eso es exactamente lo que sucede con el pigmento mineral sobre piedra que evoca las formas de un toro. Picasso y los hombres de las cavernas nos ayudan así a derribar las dimensiones del tiempo y del espacio en que solemos encontrarnos con el arte, y a pensar en diferentes enfoques para entenderlo.