En el procedimiento metódico están implícitas algunas hipótesis iniciales bastante simples, Sobre todo me interesa anotar dos.
Primero, supongo que las formas de moralidad pública en México no seguían un modelo homogéneo, y que ninguno de los tipos coincidía con los imperativos de la moral cívica. Segundo, y es una consecuencia de lo anterior, bajo el orden formal que definía el aparato jurídico, la vida política se organizaba por medio de relaciones y prácticas regulares con todas las características de un orden efectivo, aunque informal.
Apoyado en eso, sugiero una tesis general que informa la orientación de mi análisis: el proyecto explícito de toda la clase política decimonónica de crear ciudadanos, de dar legitimidad y eficacia a un Estado de derecho, democrático y liberal, estaba en abierta contradicción con la necesidad de mantener el control político del territorio. Sin el apoyo de la moral cívica, el Estado que imaginaban era una quimera; sin el uso de los mecanismos informales —clientelistas, patrimoniales, corruptos— el control político era imposible.
Donde no había ciudadanos, actuar como si los hubiera suponía un riesgo inaceptable para la clase política.