Ana Galvañ

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Vanessa Pugaje citiralaпре 2 месеца
El cuerpo de la mujer delgada era dado a partos rápidos. El niño, el primogénito, nació en una hora, y un año después de nacer nosotres, la tercera solo tardaría dos. Nosotres, en el medio, pasamos seis aferrándonos al cuerpo en contra del tirón. No hubo atajos
Vanessa Pugaje citiralaпре 2 месеца
Veníamos de alguna parte, como todo. Cuando se da la transición del espíritu a la carne, las puertas tienen que cerrarse. Es un favor. Sería cruel no cerrarlas. Quizá los dioses se olvidaron; a veces tienen ese tipo de despistes. No es que tengan mala intención —o, al menos, no suelen tenerla—. Pero se trata de dioses, al fin y al cabo, y les trae sin cuidado lo que le suceda a la carne, sobre todo porque es una cosa lentísima y aburrida, burda y extraña. No le prestan demasiada atención, salvo cuando toca recolectarla, organizarla y ponerle alma.
Vanessa Pugaje citiralaпре 2 месеца
Éramos a la vez viejes y recién nacides. Éramos ella y, al mismo tiempo, no lo éramos. No estábamos conscientes, pero sí vives. De hecho, ese era el problema primordial: que éramos un nosotres aparte en lugar de ser, pura y llanamente, ella.
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